setembro 28, 2013

"Brasil quiere conquistar al mundo con su arte" (El País)

PICICA: "Brasil quiere conjurar una imagen distorsionada. Ya como el sexto país con el mayor producto interior bruto no desea que cuando se le mencione suene automáticamente el track-track de una caja registradora. Literatura, artes plásticas, teatro, cine, música, arquitectura… Busca extender su creación artística por los cuatro puntos cardinales de sus más de ocho millones y medio de kilómetros cuadrados (es el quinto país más grande del mundo), mientras sus cotizados autores proliferan por el planeta con señas artísticas que sobrepasan lo previsible y ocupan un lugar destacado en la escena internacional. Además, hace que el mundo vaya hasta Brasil a través de sus admirados museos y eventos profesionales y culturales (ya está entre los diez destinos preferidos en el mundo para congresos y convenciones)."

Brasil quiere conquistar al mundo con su arte


Brasil aceleró su viaje al futuro hace veinte años. Y ahora lo alcanza con fuerza ofreciendo una pirotecnia planetaria de las artes. En los noventa, empezó una carrera para impulsar sus diferentes manifestaciones artísticas, apoyar la creación y promover toda su cultura por el mundo. Ese es el momento en el que se encuentra ahora. Sin abandonar, ni renegar de sus tópicos, pero sin dejarse asfixiar por ellos. No quiere seguir siendo prisionero del imaginario colectivo, ni dar solo lo que el mundo espera de él de acuerdo con esa mitología. Ahora el propio país es el principal tema de sus artistas.

Brasil quiere conjurar imaginarios arraigados y por venir. Y ha encontrado una pareja ideal para su esplendor económico: la cultura. Al igual que en lo financiero, en lo cultural todo son cifras gigantes. Los siguientes números lo definen: en la última década ha aumentado un 900% su presupuesto para cultura. Este año el ministerio dispone de 1.153 millones de euros, a los cuales hay que sumarles 800 millones en concepto de incentivos fiscales. Quieren diversificar su imagen y su presencia internacional para, según Rita Beret, agregada cultural de la Embajada en España, “dar visibilidad a otros aspectos de la cultura brasileña, más allá de los tradicionalmente difundidos como son la música popular, el carnaval y el fútbol”.

Brasil quiere conjurar una imagen distorsionada. Ya como el sexto país con el mayor producto interior bruto no desea que cuando se le mencione suene automáticamente el track-track de una caja registradora. Literatura, artes plásticas, teatro, cine, música, arquitectura… Busca extender su creación artística por los cuatro puntos cardinales de sus más de ocho millones y medio de kilómetros cuadrados (es el quinto país más grande del mundo), mientras sus cotizados autores proliferan por el planeta con señas artísticas que sobrepasan lo previsible y ocupan un lugar destacado en la escena internacional. Además, hace que el mundo vaya hasta Brasil a través de sus admirados museos y eventos profesionales y culturales (ya está entre los diez destinos preferidos en el mundo para congresos y convenciones).

Brasil quiere conjurar su aislamiento en el mundo. El idioma portugués, cuya musicalidad y sonoridad gusta a todos, ha sido un obstáculo debido a su poco peso geopolítico global. Una manera de potenciar su visibilidad es el nuevo canal internacional Arte 1, dedicado a la cultura, y del reforzamiento del programa de radio The Brazilian Hour, que se emite las 24 horas en cinco idiomas (portugués, español, inglés, francés y mandarín), con su actualidad política y cultural. En el ámbito de sus escritores ha empezado este año una campaña de promoción mundial con un presupuesto superior al medio millón de euros anuales hasta el 2020. La Feria del Libro de Fráncfort, donde es el país invitado, del 9 al 13 de octubre, será el gran escaparate de su poderío literario.

Brasil quiere conjurar la ambivalencia de su identidad. El aislamiento y la presión de los mercados culturales han hecho tambalear la verdadera alma de los creadores brasileños en busca de un lugar en el mundo. Lo advierte Nélida Piñon, premio Príncipe de Asturias de las Letras y académica de la Lengua en su país. Al menos en la literatura, algo que podría ser aplicable a las demás artes: “Ciertos autores se someten a estéticas internacionales en perjuicio de las propias opciones creadoras. Y todo por la presión de un mercado duro que, al asumir un papel mentor, impone rumbos creadores, infunde en los autores el temor a que les decreten la obsolescencia prematura y a que, en consecuencia, los conduzcan a renunciar a ese aprendizaje que un día podrá llevarlos a alcanzar la plenitud creadora”.

Brasil quiere conjurar el destino. Incluso las palabras que dijera Montaigne de él hace cuatro siglos, según recuerda la crítica de arte Estrella de Diego: “Lo abrazamos todo, pero no atrapamos sino viento”.

Cuna del mestizaje étnico y cultural entre los nativos, Europa y África, Brasil ha dado nombres inmortales de artistas como Tarcila do Amaral con obras universales como esta:


'Abapour', de Tarsila do Amaral.

O escritores como João Guimãraes Rosa y Joaquim Maria Machado de Assis, que en El origen de la crónica dice:

“Cuando la fatal curiosidad de Eva le hizo perder el paraíso, acabó, con esa degradación, la ventaja de una temperatura igual y agradable. Nació el calor y el invierno; vinieron las nieves, los tifones, las sequías, todo el cortejo de males, distribuidos en doce meses al año”.
“No puedo decir con certeza en qué año nació la crónica; sin embargo, existe la posibilidad de creer que fue coetánea de las primeras dos vecinas” (de El origen de la crónica).

O arquitectos como Oscar Niemeyer con edificios emblemáticos que invita a entrar en ellos:


Parlamento de Brasil, en Brasilia, obra de Oscar Niemeyer.

Y aportando estilos musicales muy aplaudidos, bailados y tarareados como la  bossa nova y, especialmente, la samba que invita a bailar así:



Desfile en el sambódromo.

El relevo cultural de Brasil ya está aquí. Es más que fiesta, más que playa, más que ocio, más que fútbol, más que belleza física…

El ritmo de su historia empezó a cambiar a mediados de los noventa tras la caída de la presidencia de Fernando Collor, lo que dio como resultado la creación de nuevos modelos de financiación, asegura Walter Salles, uno de los cineastas brasileños más relevantes. El vistazo atrás que hace Salles del pasado reciente sirve para entender este presente: “En 1989, en el instante en que el país pensaba haber redescubierto el camino de la democracia, la cultura brasileña sufre un nuevo trauma con el caos económico y social deflagrado por el Gobierno de Collor. De las 5.000 salas de cine que existían, solo seguirían abiertas apenas 700 cuatro años después de su elección como presidente”. Junto al calvario del cine, las otras artes.

El exuberante Brasil parecía yermo.

Hasta que se va Fernando Collor. Ahí se produce el cambio de paso; la creación de nuevos modelos de financiación y la producción independiente renacen, recuerda el cineasta. Lo que cuenta Salles es extrapolable a las demás artes, las sensaciones son las mismas para todos, porque las películas de esa cosecha son alimentadas por una misión común: “El deseo urgente de repensar la identidad de un país traumatizado por 25 años de Gobierno militar”.

Con el horizonte artístico y de apoyo más despejado, los creadores brasileños, cada uno de manera espontánea, empezaron a acelerar el viaje de su país hacia el futuro. Y este es en palabras de quienes lo han forjado y de algunos de especialistas:

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