janeiro 29, 2014

"¿Sois los nuestros? ¿Estáis seguros?". Texto de Fernando Guerrero

PICICA: "[Fernando Guerrero es profesor de la universidad pública de Nueva York. Se sintió apelado políticamente por primera vez en su vida por el 15-M. Movido por la energía emanada de las plazas españolas, participó activamente en el movimiento Occupy Wall Street como ciudadano sin experiencia previa alguna en el activismo social y político]" 

¿Sois los nuestros? ¿Estáis seguros?


descampado
Texto de Fernando Guerrero
[Fernando Guerrero es profesor de la universidad pública de Nueva York. Se sintió apelado políticamente por primera vez en su vida por el 15-M. Movido por la energía emanada de las plazas españolas, participó activamente en el movimiento Occupy Wall Street como ciudadano sin experiencia previa alguna en el activismo social y político]
1.
Durante horas el poeta ha repasado el poema para suprimir una coma decisiva. El filósofo tardará una vida en producir un concepto sin el cual ya no se podrá pensar. El científico laureado murió sin haber podido nunca añadir nada a su estricta tradición. Observado lo acaecido desde el 2008 en España, en el territorio no menos riguroso de las luchas sociales nos encontramos en condiciones de aventurar una tesis: solo los acontecimientos inesperados e imprevisibles (15M, Mareas, PAH, Gamonal) producen algún tipo de efecto duradero y han conseguido interpelarnos no tanto por su carácter novedoso sino, en cuanto imprevisibles, por su dimensión siempre-nueva.
2.
Aunque estos acontecimientos no hayan terminado de trastocar el modo en que hacemos lo que hacemos y lo que hablamos cuando hablamos de luchas sociales, han hecho visible y a su modo percutido contra la perversa ineficacia de los modos y los contenidos con los que la izquierda acostumbra a operar. Han afectado no solo a la identidad de esa izquierda sino a la noción misma de identidad, que precisa siempre principios de predicción y horizontes de espera. A partir de la tesis que sitúa la lógica de lo inesperado como no-dinámica de las luchas sociales y como causa de incomodidad para la izquierda, podemos extraer una serie de conclusiones.
3.
En primer lugar, la lógica de lo inesperado no solo sigue desbordando a la izquierda tradicional (en sus infinitas variantes), militante, frontal, marcial y viril que finalmente ha encontrado en Gamonal su fetiche. También ha incomodado a la izquierda posmoderna y experimental, de militancia débil (débil, pero aún masculina y todavía alfa) o incluso irónica o cínica, más preocupada por producir formas de vida, transformaciones interiores –puesto que los procesos de dominación son complejos–, que aún se abraza al fetiche del 15M.
4.
¿Cómo es esto posible? ¿Por qué resulta tan fácil desbordar o incomodar a las izquierdas? ¿Por qué las izquierdas, en consecuencia, tienden a la disgregación, a fraccionarse en interpretaciones varias y excluyentes, y a escoger de la realidad solo aquellos hechos –en lugar de acontecimientos, carentes ya de su dimensión siempre-nueva– que se avengan a sus castos enunciados a priori? La respuesta es simple: porque ambas izquierdas, apegadas melancólicamente a su identidad (sea esta fuerte o débil), se resisten a aceptar que lo acontecido el 15 de mayo del 2011 y lo acontecido en el barrio de Gamonal tiene un denominador común: ambos eventos fueron impredecibles hasta para los sujetos implicados y, sin embargo, solo a éstos pertenecen.
5.
¿Qué queremos decir cuando decimos que las cosas han de suceder “desde abajo”? ¿O cuando afirmamos que lo fundamental son los “procesos”? Aunque pareciera que todos estamos de acuerdo en esos dos puntos, rara vez quien pronuncia la expresión “desde abajo” se ubica a sí mismo en ese abajo, entiende lo que realmente significa abajo (ser de abajo, venir de abajo, pensar y hablar desde abajo) o contempla la dificultad, la enorme dificultad, la casi imposibilidad, de devenir abajo. Asimismo, rara vez quien habla de “proceso” acepta que quizás no será protagonista, sino participante del mismo y no tendrá por tanto capacidad de dirigirlo o de apropiárselo. Algo muy parecido sucede con el concepto de “inclusividad”. Quien lo enarbola demasiadas veces se imagina como el “puertas” del garito que, en un ataque de tolerancia y buen rollo, te permite entrar en zapatillas.
6.
Los “procesos desde abajo” no pueden sino producir acontecimientos inesperados e imprevisibles cuya inclusividad se da por supuesta. Porque no vienen de la nada, sus genealogías solo se entienden a posteriori. Pueden abrir vías y puertas o servir a una sola coyuntura específica. Pueden encender chispas o morir en el instante de su mejor enunciación. Fracasan o triunfan de modos siempre-nuevos. No son conscientes porque, salvo la izquierda, todos sabemos que la consciencia es impensable: tardamos años en comprender acaso por qué una vez dijimos lo que dijimos o tomamos esta decisión y no la contraria. No son inconscientes tampoco: son, en la mejor acepción del adjetivo, inocentes. En definitiva, los acontecimientos inocentes e imprevisibles, en cuanto “procesos desde abajo”, no pueden dejar de contener atributos intercambiables: Gamonal ha producido una experiencia experimental y autotransformadora; el 15 M fue militante y frontal: nació de la indignación, politizó a miles de ciudadanos, cambió la conversación.
7.
La fetichización de los acontecimientos en la que incurren las izquierdas da más importancia a la relación, distinción o comparación entre los mismos que a las personas que los producen. Dado nuestro actual sistema de producción, inevitablemente esos acontecimientos son transformados en mercancías (¿cuál es mejor?), se traducen en beneficios privados (“yo estuve ahí desde el primer día”) y cobran una subjetividad que sustituye a o se independiza de los verdaderos sujetos, sus productores. La fetichización de los acontecimientos como mercancías impediría ver esa otra relación entre las personas según la cual éstas pasan –desde abajo, por abajo– del 15M a Gamonal y de ahí a parar un desahucio y el domingo al fútbol sin mayor problema.
8.
En segundo lugar, la izquierda dejará de atomizarse en grupúsculos siempre minoritarios el día en que se dé cuenta de que su participación (o su falta de participación) es irrelevante y prescindible. Su deseo de apropiarse –selectivamente- de aquellos acontecimientos que se adapten a su previsible lógica, su hambre por patrimonializar lo que no emprenden y lo que no pueden prever, su deseo de traducir el contenido de las acciones (cuando el significado de una acción depende de lo que el ejecutante de la acción quiera decir con ella), se han convertido en una molestia para “los procesos desde abajo” cuando no en una conversación –a veces solo vía Facebook– que nadie escucha. Si nos instalaran un chip que nos impidiera ser paternalistas (ese chip existe, pero no sabemos instalarlo), todas estas izquierdas desaparecerían, pero Gamonal y el 15M no, las Mareas y la PAH tampoco.
9.
En otras palabras, las izquierdas no ganarán unas elecciones hasta que no entiendan que no queremos ser de izquierdas. Existe una sensibilidad popular por la cual la mayoría nos resistimos a identificarnos con los chicos y chicas de la izquierda, con su modo de vida, con su educación sentimental, con sus lenguajes, con su música y sus vestuarios: con su identidad. Esa sensibilidad popular y de época equipara el bigote de cierto ex-presidente con la coleta del que no calla en todas las reuniones o con las gafas de pasta y los mocasines del que llega con el “verdadero” Foucault debajo del brazo. Percibimos como un sobresfuerzo, un intentarlo demasiado, como una mentira muy gorda en el fondo. Una desconfianza repentina. Asco a veces. Sobre todo, la certeza de que no hay demasiada inteligencia ni bondad ahí. No sabemos explicarlo, pero sabemos muy bien de qué se trata: No queremos ser de izquierdas. Y no por estrategia de izquierdas, sino porque no queremos ser de izquierdas. Queremos no ir de nada por la vida.
10.
Como las dictaduras de las ideas han traído a lo largo de los siglos consecuencias funestas, hemos decidido que preferimos la dictadura de los números: la democracia. Como un asunto de números nos concierne, los cinco mil del barrio de Gamonal son muchos más que los cuatrocientos de todo Madrid que salieron a la puerta del Sol en solidaridad con aquellos. La creación de un partido político que quiera hacer frente hoy a la revolución neoliberal no debería tener por objetivo concentrar a las izquierdas, a los solidarios, a los grupos de cuatrocientos, a los apoyadores de causas, sino permitir que lo imprevisible, lo inesperado y lo inocente ocupen su ocupación y desorganicen su organización. ¿Es posible un partido u organización política que sea un proceso desde abajo, por abajo y que, una vez arriba, abajo se quede? ¿Podemos imaginarlo? ¿De verdad lo queremos? Como los acontecimientos imprevisibles que hemos mencionado, solo sabemos que sería inesperado y que no nos llegaría a sorprender.
11.
Unos días después del 15 de mayo del 2011, Julio Anguita quiso desmarcarse de la incomodidad que sentía la izquierda por el acontecimiento que estaba teniendo lugar en la Puerta del Sol y en otras plazas de España. Magnánimo, en un alarde de flexibilidad que no traiciona la dirección única, paternalista, desde arriba, tituló su perverso artículo “Son los nuestros”. Amigos, creo que se refería a nosotros. Me parece que con ese “ellos” dirigido a los “suyos” se refería a nosotros. Con el procedimiento inmortal que aprendimos en las plazas (“los antisistemas sois vosotros”), se nos ocurren dos preguntas que debemos hacer –constantemente– a los nuevos grupos políticos, fuertes o débiles, que se están fraguando en estos momentos. Gente de Podemos, gente del Partido X, ¿sois los nuestros? Y antes de que puedan responder: ¿estáis seguros? Y confiemos en que su respuesta no sea demasiado previsible o demasiado larga.

Fernando Guerrero

29/01/2013

Fonte: http://www.madrilonia.org/2014/01/sois-los-nuestros-estais-seguros/

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