outubro 09, 2015

El entenado, de Juan José Saer. POR Idelber Avelar (O BICOITO FINO E A MASSA)

PICICA: "El entenado difiere de manera considerable de las novelas de reconstitución de época, en la medida en que no “finge” estar en el siglo XVI; su narrador escribe como alguien que ha leído la antropología, el psicoanálisis, la teoría del cine, la lingüística y una serie de otros cuerpos de saber del siglo XX. Los hechos suceden en un tiempo extemporáneo, no en el presente del lector, pero seguramente tampoco en el siglo XVI. Los indígenas parecen preservar al protagonista de todas las hecatombes, como si necesitaran que él operase como testigo. El dilema que enfrenta el narrador al final es la testigo absolutamente solitario, una suerte de testigo del apocalipsis, de la muerte de un mundo: ¿cómo legitimar una narración de la cual todos los protagonistas están muertos? ¿cómo documentar, atestiguar, una memoria sin pruebas?" 

El entenado, de Juan José Saer


(post escrito em espanhol para discussão entre meus alunos do seminário de doutorado em literatura em Tulane University; dedicado à obra-prima do argentino Juan José Saer, El entenado, da qual existe tradução brasileira)

saer.gifSe podría leer El entenado (1983), de Juan José Saer, como un pastiche de géneros y discursos consagrados en la tradición: adaptado de las peripecias de Juan Díaz de Solís en las cercanías del Río de la Plata (y de varios otros viajes, como el de Hans Staden) y escrito como relato autobiográfico que mantiene fuerte parentesco con la picaresca, el libro insiste en su condición de “memorias de viejo”, de historias de cosas acaecidas hace mucho. Esa dicción Saer la toma prestada de las crónicas de Indias, especialmente las de los castellanos viejos semiletrados, como Bernal Díaz del Castillo, que narran en la vejez melancólica sus aventuras épicas en América. Paródicamente, El entenado no narra victorias, sino un desastre, un naufrágio que conlleva, incluso, un borramiento de la subjetividad española del narrador, de su propia identidad. Ésta será, entonces, la historia de un sujeto que pierde su nombre y olvida su lengua materna. 

El título remite a una relación familiar anclada no en una presencia, sino en una ausencia: el entenado, aquél al cual le falta el padre (y/o la madre). En efecto, el relato está salpicado de escenas de muertes de figuras simbólicamente paternas. La llegada a América produce el naufragio y la muerte instantánea del capitán; lanzado a la intemperie de la vida en la tribu, el protagonista sólo readquire una figura paterna al ser adoptado por un cura, quien también muere. En los rituales de canibalismo descritos en la novela, es nítida la marca de Totem y tabú, de Freud, que narra el asesinato del padre en manos de los hijos celosos, seguido del ritual antropofágico que erige la figura del padre en tabú. 

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El narrador reflexiona intensamente sobre la diferencia entre la temporalidad de los hechos enunciados, su juventud de náufrago en América, y el tiempo presente, el de su enunciación. Esa linealidad que desemboca en la vejez contrasta con la temporalidad a que se sometió él cuando vivía entre la tribu: un tiempo cíclico puntuado por dos rituales que se repiten periódicamente, el de las orgías sexuales y el de los juegos de niños. La orgía sexual, una suerte de ritual fundante de la tribu, se nutre de cuerpos que “se disimulaban en su propio olvido” (69). La repetición del ritual coincide con la sistemática pérdida de la memoria de su acaecer. El efecto más nítido de la orgía parece ser, incluso, la producción de su propio olvido

El entenado difiere de manera considerable de las novelas de reconstitución de época, en la medida en que no “finge” estar en el siglo XVI; su narrador escribe como alguien que ha leído la antropología, el psicoanálisis, la teoría del cine, la lingüística y una serie de otros cuerpos de saber del siglo XX. Los hechos suceden en un tiempo extemporáneo, no en el presente del lector, pero seguramente tampoco en el siglo XVI. Los indígenas parecen preservar al protagonista de todas las hecatombes, como si necesitaran que él operase como testigo. El dilema que enfrenta el narrador al final es la testigo absolutamente solitario, una suerte de testigo del apocalipsis, de la muerte de un mundo: ¿cómo legitimar una narración de la cual todos los protagonistas están muertos? ¿cómo documentar, atestiguar, una memoria sin pruebas? 

El protagonista vive así algunos de los dilemas que sólo en la contemporaneidad las artes y las ciencias humanas han estudiado con detenimiento: las fallas, lapsos, traiciones, invenciones e insuficiencias de la memoria. Erigido en una suerte de archivo de un pueblo que cíclicamente se olvida, el protagonista provoca en ellos la enunciación repetida de un término, def-ghi, palabra de múltiples y contradictorios sentidos que parece decir mucho sobre la vida en la tribu. 

Privilegiando cualquier aspecto de este rico texto, deja tu comentario reflexionando sobre tu experiencia de lectura de la novela. 

Lecturas adicionales: Entrevista de Horacio González a Juan José Saer. El color justo de la patria: Agencias discursivas en El entenado, de Juan José Saer (pdf), de Brian Gollnick Repetição e existência em El entenado, de Juan José Saer (pdf), de Antônio Davis Pereira Júnior

Novelas de Saer disponibles en la red (archivos compactados):
El limonero real.
Glosa.

La pesquisa.

Ensayo de Juan José Saer: El concepto de ficción

Fonte: O BICOITO FINO E A MASSA

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